por Cristina Longhi – jornadasdaalma@gmail.com
Traducción de Teresa – teresa_0001@hotmail.com
Hay muchas preguntas acerca de esta cuestión y hoy escribiré sobre la parte energética que implica.
Estamos formados completamente por energía y la llevamos en nuestro cuerpo de varios tipos: la energía de nuestra familia, la energía del momento en que fuimos engendrados, la energía de nuestra personalidad, etc.
Hay algunas religiones que están en contra de la donación de sangre y de órganos precisamente porque creen que al recibir la sangre o el órgano de otra persona se recibe también su energía.
¿Verdad o mentira?
Sí, hay un fondo de verdad en eso, pero hay formas de neutralizar posteriormente esa energía diferente de la nuestra, algo que las religiones que están en contra de este procedimiento no saben. Es aquella vieja historia, se conoce solamente una parte de la cuestión y se toma una resolución que puede costar vidas.
La sangre lleva en sí mucha información energética, no en vano desde la antigüedad se hacen pactos de sangre, o se emplea la sangre para rituales, pues la sangre tiene en sí mucha fuerza.
Abundan los relatos de personas que han cambiado mucho después de recibir una donación de sangre. Las más de las veces es un cambio positivo. Alguien que necesita sangre literalmente se renueva al recibir una donación, pues esa persona recibe, aparte de la sangre y de la fuerza orgánica de la sangre, también la intención. Cuando alguien dona sangre, salvo en raras situaciones, este es un acto en el cual esa persona siente deseos de ayudar, y la intención impera sobre otras muchas cosas. El deseo de ayudar porta en su esencia el aspecto de la persona que dice: “yo te dono parte de mi fuerza y soy feliz con ese acto”.
¿Y para la persona que recibe un órgano?
En este caso hay un aspecto energético que va más allá de todo eso y que atañe a la situación del donante y, principalmente, del órgano en cuestión. Nuestro cuerpo almacena energía también en los órganos, como en un cofre. Y este “cofre” guarda todo lo referente a las vivencias de la persona, incluso amarguras, temores, etc.